Un piso pequeño, en esquina y enclaustrado en un patio sirve de excusa para explorar nuevas formas de ganar espacio de almacenamiento manteniendo a la vez la máxima superficie útil.

Para ello, se propone una «fachada artificial» en el interior del apartamento, que acompaña toda la esquina y dialoga con la verdadera fachada. Esta línea asume toda la carga auxiliar y del almacenamiento de la vivienda (armarios, librerías, aparatos, electrodomésticos, asientos, etc.), lo que permite liberar el resto del espacio. Las salas quedan concatenadas como en un palacio, poniendo todo el acento en el mobiliario y decoración , en contraste con la presencia continua y monolítica de la pared habitada. Unas particiones móviles permiten acotar sutilmente los espacios y cerrarlos cuando sea preciso.

La pequeña galería privada que da acceso a la vivienda, como una corrala de una sola pieza, se aprovecha como recibidor semiexterior y permite jugar con la transparencia de la puerta de acceso, aumentando la porosidad del espacio interior.